- “PARALELOS” (MELANY TAYLOR HERRERA):
Tal como
lo expone la autora en el cuento, para muchos, “Pobreza” no es más que “Otra aburrida clase de temas
intrascendentes, otra respuesta en un examen, otro tema que se te olvidará,
pues permanecerá en tu memoria como letras en un libro, no como una realidad
que te afecta.”
Vivimos en
un mundo tristemente desigual, en el cual, mientras unos lo tienen todo, otros
no tienen nada. Y estas dos realidades abismalmente diferentes, vistas a diario
en todas las ciudades, son tomadas como algo completamente normal. No nos extraña
ver a los ricos gastando millones de dólares en casas, carros, ropa, joyas y
viajes; es más, nos entretenemos viéndolos en televisión y en las revistas.
Lastimosamente, tampoco nos extraña ver a los hombres y mujeres pobres dormidos
en las aceras, escarbando en los basureros, pidiendo limosna en los semáforos;
de hecho, conocemos su martirio y nos da lo mismo, y aunque sabemos que cientos
mueren a causa del hambre todos los días, como no somos nosotros, no nos
molesta en lo más mínimo.
En el
cuento se nos muestra, paralelamente, dos realidades completamente distintas,
en una misma ciudad: Por un lado, el pequeño niño que lo tiene todo, que no
conoce la escasez, porque toda su vida ha sido de comodidades, y ha tenido
hasta más de lo que necesita. Estos niños visten ropas finas, comen en
restaurantes caros, estudian en buenos colegios, viven en casas cómodas y
limpias, tienen padres que van todos los días al trabajo, viajan por negocios y
regresan con regalos; y sin embargo, no agradecen la vida que llevan, no se dan
cuenta de la suerte que tienen, y no sienten la más mínima compasión por
quienes viven en pobreza: “…¡Qué
fastidio! Eso y esa cena que hizo la empleada. ¿Por qué no puedes comer
hamburguesas y pizzas todos los días?”
Por otro
lado, el pequeño niño que no tiene nada, que no tiene idea de lo que es
abundancia, porque toda su vida ha vivido en la miseria, y siempre le ha
faltado hasta lo más esencial. Estos niños no tienen más que una o dos ropitas
viejas, si es que tienen; comen lo que por casualidad llega a sus manos,
generalmente no reciben educación escolar, sus casitas son de lámina o de un
solo cuarto para todos, si es que tienen un techo; sus padres tienen que hacer
lo que sea por conseguir unos centavos, eso si logran conseguir trabajo; e
irónicamente, estas personas agradecen hasta lo más pequeño, saben que hay otra
vida mejor y la desean, pero no reniegan; sufren en silencio: “…Vas a la tienda con los otros tres a ver
qué se consigue con tres dólares: lo que han logrado recolectar pidiendo cada
vez que el bus para. Un pan se reparte entre todos, al igual que un jugo de
naranja. El alivio es momentáneo, el aguijón del hambre, desafortunadamente,
siempre regresa.”
- “HAMBRE URBANA” (BRENDA SOLÍS FONG):
Arturo, el
protagonista de la historia, representa fielmente la realidad de millones de
hombres y mujeres latinoamericanos. En el caso del cuento, ya que su autora es
guatemalteca, se narra la situación en las bananeras. Sin embargo, en
diferentes contextos, la misma historia de pobreza, marginación, escasez y
sufrimiento se ha repetido en todos los países de la región. Son unos pocos los
que han conseguido salvarse, la vida de la mayoría ha sido arrasada por la
miseria. Esto es algo que todos sabemos, que aparece en noticias en todos los
periódicos, en reportajes en todos los noticieros, como cifras estadísticas, en
películas, en libros, en imágenes; estamos al tanto de la situación de pobreza
de más de la mitad de nuestro pueblo, y sin embargo, la mayor parte del tiempo,
cuando un necesitado nos pide ayuda, volteamos la cara. Esto es triste,
considerando que darle un dólar a un mendigo en un semáforo no va a hacernos
caer en la quiebra, pero para esa persona, representa la diferencia entre comer
o no.
En su desesperación
por proveer para sí mismos y sus familias, las personas han optado por dejar
atrás el campo y migrar a la ciudad. Este no es un cambio fácil, pues en la
zona urbana, la vida tampoco es más fácil. De hecho, resulta todavía más
difícil cuando las personas no tienen la suerte de conseguir un empleo estable,
una casa en donde vivir, una oportunidad de superación; y se ven obligados a
instalarse en barrancos bajo cartones o láminas, a salir a las calles a pedir
limosna y a recoger las sobras que los ricos arrojan a los basureros. Para
estas personas, la vida diaria es un cruel martirio. En el campo sufrían, en la
ciudad también. Así lo escribe Brenda Solís: “Un mundo desconocido, la ciudad y sus falsos encantos, el sueño rural.”
- “EL MOSTRO” (SILVIA SÁNCHEZ BARAHONA):
Esta
historia describe con exactitud lo que con frecuencia nos pasa a todos. Sabemos
de la miseria sufrida por otros, estamos conscientes de que allá afuera, en la
ciudad, hay gente que sufre; vemos de cerca a los hombres y mujeres que no
tienen nada, y sin embargo, su presencia nos pasa desapercibida, nos es
indiferente, no nos estremece en lo más mínimo. Es hasta que ocurre una
tragedia o que sucede algo extremo e inesperado, que nos conmueve un poco la
realidad de los menos afortunados, tal como le sucede al personaje de la
historia: “Ahora que lo veía muerto en el
papel, untado en las líneas impersonales del médico forense que describía su
muerte, sentí tristeza por aquel hombre feo, greñudo, chintano que una vez fue
niño.”
No debería
ser necesario que tres millones de niños y niñas mueran de hambre al año, para
que nos demos cuenta de que allá afuera la vida es dura. No haría falta, si tan
solo dejáramos a un lado por un momento nuestro egoísmo.
Como si
fuera poco, además del hambre y la miseria que muchos viven a diario, los
Estados y los sistemas de justicia del mundo son sumamente corruptos y
despreciables. “Culpable” y “No Culpable” son solamente dos términos vacíos de
contenido, que se otorgan indistintamente a quienes hacen el bien y hacen el
mal. No es inocente aquel que actúa honradamente, de acuerdo a las normas y
respetando las leyes, sino el que los tribunales declaran como tal, aún si ha
cometido homicidio, robo o alguna otra atrocidad. Es increíble lo infame que se
ha vuelto la sociedad, y lo más grave, es que ni siquiera nos damos cuenta.
Unos pocos logran abrir los ojos ante esta vil realidad, y se asustan, se
decepcionan de ser parte de algo tan bajo. Así lo narra el autor en el cuento: “Miré los rostros de los jurados, los cinco
rostros de la justicia. Me sentí tiesa, cansada y con hambre. Quería llegar a
mi casa y quitarme la máscara y llorar. Llorar no por mí ni por el mostro, sino
por ellos, los jurados. La sociedad.”
- “EL HAMBRE DEL HOMBRE” (CARLOS WYNTER):
Esta es
una historia diferente a todas las demás. Sí habla del hambre de los seres
humanos, pero no de un hambre de alimento, sino de un hambre de hacer daño a
los demás. Cuando no comemos, el hambre que nos da es incontrolable,
desesperante, dolorosa, que no nos deja tranquilos hasta que ingerimos algún
alimento. De igual manera sucede con el hambre o deseo insistente de hacer
sufrir a los demás. Cuando somos egoístas, desconsiderados, insensibles y
despiadados, nos da un hambre de atacar, de pasar encima de los demás para
lograr a toda costa aquello que queremos, de causar sufrimiento, si eso es lo
que hace falta, para alcanzar lograr algún beneficio. Esta hambre es diferente,
pero no es menos brutal, tal como describe el autor al inicio del cuento: “… Nuestro protagonista, Elden Medio, nunca
ha pasado hambre. No hambre de verdad, quiero decir […] no la que tienen los
niños pobres que estorban en los semáforos.”
No nos damos
cuenta, muchas veces, de lo crueles que podemos llegar a ser. Si bien, la falta
de alimento está acabando poco a poco con la población mundial más pobre, el
deseo de causar daño a nuestros propios hermanos está acabando hasta con
aquellos que viven en la opulencia. El sentimiento de inhumanidad no distingue
sexo, raza, edad ni condición económica. Si una persona no tiene amor, nobleza,
compasión y buena voluntad en su corazón, no es más que una carga para este
mundo. Se ha vuelto algo totalmente normal el atacar a los demás, y mientras
más dinero y poder se tiene, más fácil resulta pasar por encima de otros, como
en el cuento: “El jefe es más rápido a la
hora de morder.”
Es algo
verdaderamente preocupante, que los hombres y mujeres de esta Tierra se estén
quedando sin corazón. Y lo más indignante de todo, es que mientras más crueles
somos, más nos enorgullecemos.
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