sábado, 10 de agosto de 2013

Parte 1

1. Lee los cuentos “El hambre” de Ricardo Lindo, “Los graneros del rey” de Sergio Ramírez, “La olla” de Alexander Javier Balladares, “Los perros de los Mejía” de Claribel Alegría, “Cuando los frijoles cantan” de Raquel Costines González y a continuación, realiza una reflexión dialógica.
  •  “EL HAMBRE” (RICARDO LINDO):

En todo el planeta, 868 millones de personas padecen de hambre. Esto significa que el diario vivir del 12% de la población mundial es una dolorosa lucha. Se nos enseña desde pequeños que el derecho a la alimentación es básico, y que para estar sanos necesitamos ingerir muchos nutrientes. Sin embargo, la mayor parte de personas llegan a adultos sin darse cuenta de la crítica situación de hambre que atraviesa la humanidad. Millones de personas mueren a diario porque se les incumple este derecho tan esencial.
Todos los días, en todos los países del mundo, cientos de seres humanos mueren de hambre. Sucede con frecuencia que estamos al tanto del sufrimiento y las dificultades que millones de hombres y mujeres atraviesan, pero nos es indiferente, y siempre y cuando no nos afecte a nosotros, no nos preocupa en lo más mínimo, tal y como aparece en la obra: “…«¡Cómo desperdician la comida! Piensen en los niños de Biafra…». El reía con sus compañeros en el colegio, ¡como si los niños de Biafra se fueran a beneficiar de que ellos comieran!”.
No es necesario irnos lejos, para evidenciar la cruel realidad a la que están condenados muchos de nuestros hermanos. Si bien en países al otro lado del mundo, como en Etiopía, hay 34 millones de personas desnutridas, en nuestro pequeño país, hay un millón de salvadoreños y salvadoreñas que no tienen absolutamente nada que comer. Esta es la realidad, y la mayoría de nosotros, o la desconocemos, o decidimos ignorarla. Así afirma Ricardo Lindo, en el cuento: “A diario vemos gente comiendo en los basureros y muchos mueren envenenados y eso es hambre, argumentaba. No había por qué ir a buscar tan lejos.” 
Conocer teóricamente el concepto de “hambre”, manejar las cifras estadísticas de la desnutrición en el mundo, saber vagamente que existen organizaciones que trabajan a ese respecto, no sirve para nada, si no abrimos los ojos a la difícil situación que se vive a nuestro alrededor, si no aprendemos a apreciar y agradecer las bendiciones que se nos han dado, y si no estamos dispuestos a hacer hasta lo último que esté en nuestras manos para ayudar al que no ha tenido la misma suerte. Es en la práctica cotidiana, en el trato con nuestros hermanos que sufren, en las acciones que realicemos para solucionar la problemática, en donde nuestro papel se vuelve indispensable. Cuando se trata del problema del hambre, es vital el grano de arena que cada uno puede aportar para sacar adelante al mundo.




  • “LOS GRANEROS DEL REY” (SERGIO RAMÍREZ):

Sucede frecuentemente en Latinoamérica, paradójicamente, que aún cuando los niveles de desarrollo humano de muchos países aparecen internacionalmente como relativamente aceptables, los funcionarios del gobierno representan alegremente a la nación, las estadísticas muestran considerables progresos económicos y a las personas más importantes no les falta nada; más de la mitad de la población se está muriendo de hambre. Esta es la mitad que no merece ser tomada en cuenta, según la ridícula forma de pensar de aquéllos grandes que toman las decisiones por todo el resto. Son la porción de la población que pide a gritos que le ayuden a salir adelante, pero ante cuyos desesperados ruegos de piedad, los que están por encima de ellos voltean la cara. Así lo afirma Sergio Ramírez en el cuento: “A pesar de que en las entrevistas de prensa y en los boletines oficiales del Gobierno de S.M. se decía siempre con mucha seguridad que la prosperidad del país aumentaba cada día, aseveración probada repetidas veces por las cifras de la producción agrícola y por los altos índices industriales, […] el pueblo, inexplicablemente, padecía hambre y sufrimiento, y como consecuencia, desnutrición, muerte, enfermedades endémicas.
Vivimos en un mundo terriblemente desigual, en donde los ricos son cada vez más ricos, a costa de los pobres, que son cada vez más pobres. Mientras unos desperdician sus fortunas en lujos completamente innecesarios, otros escarban para encontrar restos de comida en la basura. Así es la situación del hambre en Latinoamérica, y lo único peor que sufrirla, es ignorarla.
Este cuento emplea muchísimas metáforas para describir, de manera increíblemente acertada, la situación de Nicaragua en la época del gobierno somocista. Así afirma el autor: “Pero sucede que fábricas, granjas y graneros pertenecían al Rey.” Más adelante continúa narrando: “Y es así que se explica cómo un país productor de primera línea, colocado en alto lugar en los mercados internacionales, tuviera una población tan depauperada. Allí sólo poseía S.M. y la gran familia real”. Este “Rey” fue Anastasio Somoza, y todo el pueblo nicaragüense sonreía a la triste realidad a la que estaban condenados, resignados, pues no tenían otra opción ni conocían algo mejor.
De forma similar, así ha sido la situación en muchos países latinoamericanos, que sufrieron los actos despiadados de brutales gobernantes. Las dictaduras han escrito gran parte de la historia de la región, y con ellas, el padecimiento del pueblo de terribles atrocidades, condiciones de vida infrahumanas, temor y sangre. El siglo XX fue, en Latinoamérica, uno que jamás será olvidado, tristemente, por haber sido uno de los peores.


  •  “LA OLLA” (ALEXANDER JAVIER BALLADARES):

Padres y madres egoístas e irresponsables, inconscientes del sufrimiento que provocan a otros con sus acciones, despreocupados de cualquiera que no sea ellos mismos, ajenos al sufrimiento de sus propias familias; todo lo anterior es la triste realidad de millones de hogares latinoamericanos, tal como el descrito en la historia: “Es en esta familia, de numerosos hermanos, hijos de padres diversos, de madre soltera y despreocupada, donde sucedió uno de los sucesos que aún resuenan en las conversaciones y las pesadillas de la gente del barrio…”  
El autor de esta historia es nicaragüense, y narra la cruel realidad que observa en las familias de su patria. Sin embargo, lastimosamente, ésta realidad se extiende a toda Latinoamérica. Un sinnúmero de hogares dan techo a una mujer sola, con cuatro, cinco, seis o más hijos de diferentes padres, todos completamente ausentes de la vida familiar. Las mujeres se reproducen irresponsablemente, sin contar con un plan de vida, recursos económicos suficientes, un hogar estable ni posibilidades de mantenerse ellas mismas, mucho menos de sacar adelante a una familia. Los hombres no se hacen responsables de desempeñar su papel como padres y proveer lo necesario a los hijos que han procreado, y abandonan a las madres, sin ningún tipo de ayuda, pues su interés no va más allá de solamente disfrutar de un rato divertido.
Pero quienes verdaderamente sufren las consecuencias son los más pequeños: los niños y niñas que crecen sin el debido cuidado de un padre y madre amorosos, algo que en teoría no debería faltar a ningún ser humano, sobre todo en sus primeros años de vida. Además, éstos carecen de la más mínima oportunidad de recibir una educación, de convertirse en profesionales útiles para la sociedad, de formarse como personas de bien; y como si fuera poco, no tienen ropa para vestirse, juguetes para divertirse, una casa limpia y segura para vivir, y mucho menos alimento para calmar su hambre. Sobre ellos recae el peso de los errores de sus progenitores, y aún viendo de cerca y de frente esta situación, muchos padres y madres no se conmueven ante el sufrimiento de sus hijos. Tal es el caso de la historia narrada en este cuento, donde el hijo, desesperado, dice a su madre: “—Mamá, tengüanbre”; a lo que ésta responde con absoluta indiferencia: “— ¡Que no te dije que te fueras! Si querés andá comete a ese chavalo llorón que está en la cuna…”
No es exagerado caracterizar como atroz la realidad a la que muchos pequeños están sometidos, y cuyo sufrimiento ha comenzado desde el día en que vinieron al mundo. Tampoco es difícil imaginar el futuro que espera a estos niños y niñas, productos de la inconsciencia e insensatez de sus padres. Es triste, pero probable, que terminarán repitiendo la historia.     



  •     “LOS PERROS DE LOS MEJÍA” (CLARIBEL ALEGRÍA):

El desequilibrio entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada, no sólo de países desarrollados a países tercermundistas, sino dentro de una misma patria, es algo realmente crítico. La autora de este cuento no podría describirlo mejor: “Los muchachitos de los mesones de alrededor rodeaban la camioneta y, a pesar de los gritos y los coscorrones que les propinaba el chofer, se quedaban allí mirando el suelo y apresurándose a recoger los pedazos de carne que caían. Algunos no recogían nada.
Vivimos en un mundo donde no hay intermedios. No existe un punto medio en el que las personas, aunque no puedan darse muchos lujos ni comodidades, al menos tengan lo básico que les hace falta para su supervivencia y la de sus familias. En cambio, existe una diferencia abismal entre dos únicas realidades: Por un lado (representada en el cuento por los perros), la de la opulencia, el despilfarro, personas que tienen hasta más de lo que necesitan, nunca en su vida han pasado penalidades económicas, y desconocen lo que es el hambre y la pobreza; y por otro lado (representada en el cuento por los muchachitos de los mesones), la de la escasez, la miseria, personas que no tienen absolutamente nada, les falta desde dónde vivir hasta qué llevarse a la boca, y nunca en su vida han podido disfrutar de cosas que, mientras para otros son normales y hasta monótonas, para ellos son lujos inalcanzables. Y lo más triste de todo, es que para quienes han tenido la suerte de nacer en la riqueza, les es completamente indiferente el sufrimiento y las penalidades de quienes han nacido en una realidad diferente. Están al tanto de la desigualdad, de la existencia de la pobreza y de que hay quienes mueren de hambre a diario. Sin embargo, mientras no les afecte a ellos ni les impida disfrutar de su estilo de vida, les da lo mismo. Unos pocos se agachan a ayudar al que lo necesita, pero la gran mayoría le pasa encima.
Claribel Alegría describe esta situación en San Salvador. Nuestra ciudad es especialmente hábil para sacar a la luz el desequilibrio entre clases. Estamos tan habituados a ver niños sucios, semidesnudos, desnutridos y abandonados en las aceras, mientras conducimos en nuestros vehículos con los vidrios arriba porque la zona es peligrosa, que ya nos volvimos ciegos a esta cruel realidad. La vemos, pero no nos llega al corazón como debería. Y esto no es así sólo en nuestro país, sino en toda Latinoamérica, y de hecho, en todos los países del mundo.  


  •  “CUANDO LOS FRIJOLES CANTAN” (RAQUEL COSTINES GONZÁLEZ):

Frecuentemente, se tiene la idea equivocada de que la solidaridad y la caridad son cualidades exclusivas de las personas ricas, que están en condiciones de compartir lo que les sobra o lo que ya no necesitan, porque como conocen la abundancia, pueden apiadarse de quienes sólo han conocido la miseria. De hecho, es raro encontrar estas virtudes en personas que lo tienen todo. Irónicamente, es más común encontrar personas pobres en extremo, pero que generosamente comparten lo poco que tienen porque se compadecen de aquellos que tienen aún menos. Esto es debido a que quienes han sufrido la escasez o se han visto en penurias para proveer para sus familias, saben lo dura que la vida puede ser.
Este cuento muestra este otro lado de la historia, el de las personas con corazón noble e intenciones admirables, que aún cuando a ellos no les sobra, están dispuestos a ensanchar lo poco que tienen a aquellos que verdaderamente no tienen nada. Así lo expone la autora en la historia: “El profesor Rafael le dijo a mi mamá que si algún día tiene un tuquito extra de arroz para echarle a la olla o una tortilla más para el comal se lo reservemos a Lupita y su abuelita. Creo que el profesor Rafael piensa que Lupita pasa hambre…”
Por diferentes razones, la realidad de muchas familias es crítica. Puede ser por abandono de los padres a sus hijos, por desempleo, por demasiados hijos y muy pocos recursos, por el alto costo de la vida, o porque la migración ha sido la única solución, como en el caso de este cuento: “Es que Guadalupe y su abuela viven solas desde que la mamá de Lupita se fue a los Estados a trabajar.” No deberíamos tener que padecer  hambre, para identificarnos con quienes la sufren. Si gracias a Dios no nos falta nada, debemos extender la mano a quienes no han tenido la misma suerte. El egoísmo es uno de los males más graves de la humanidad, así como la codicia, la ingratitud y sobre todo, la indiferencia al dolor ajeno. Solamente hace falta abrir los ojos para darse cuenta de que estamos rodeados por pobreza y miseria, y que no basta con que conozcamos el problema y sintamos lástima, sino que la diferencia está en nuestras manos y si no hacemos algo al respecto, indirectamente estaremos dando nuestra aprobación para que la situación continúe igual.

 

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